Carlos R. Fernández Liesa
La primera restitución objeto de una negociación se produce en 1932, cuando el Fogg art Museum de la Universidad de Harvard que había adquirido -tras haber sido desplazado ilícitamente de España- la cubierta de mármol del sepulcro de Alfonso, hijo del Conde Pedro Ansúrez -procedente de Sahagún-, la entrega al Museo arqueológico nacional. La Office International des musées dio publicidad a la negociación, que consideró un “”memorable ejemplo de valía que debía ser imitado”.
Poco tiempo antes la sentencia de 12 de febrero de 1925 del Tribunal Supremo había indicado que no se podía anular la venta de 23 frescos que habían sido vendidos a un marchante norteamericano por los vecinos de la ermita mozárabe de San Baudilio de Berlanga -considerados como la capilla Sixtina del arte mozárabe (del siglo XI), al no estar protegidos en España como bienes culturales.
Los frescos acabaron en los Museos de Cincinnati, Museo Metropolitano de Nueva York, Museo de Arte de Indiannapolis y en el Museo de bellas artes de Bostón. Estos hechos, a los que alude triste en sus poemas Gerardo Diego, dieron lugar a una negociación diplomática fruto de la cual en 1957 el gobierno español canjeó algunos frescos, que hoy están en el Museo del Prado, por el ábside de la Iglesia románica de San Martin de Fuentidueña (Segovia), y que se exponen en el Museo Metropolitano de Nueva York.
De otro lado en 1940 se produce otra negociación entre España y Francia que dio lugar a un acuerdo hispano-francés por el que se recuperó la Dama de Elche, la Inmaculada de Murillo, el tesoro de Guarrazar y el archivo de Simancas1. Más allá de las habilidades diplomáticas que pudieran tener Pérez Bueno (Director General de Bellas Artes) y el pintor barcelonés José María Sert el acuerdo se vio muy favorecido, y solo fue posible, por la no beligerancia de Franco en la segunda guerra mundial. Eso permitió la recuperación de una parte importante de los tesoros españoles.
En aquella época el Guernica de Picasso había recalado en el Museum of Modern art de Nueva York. Las gestiones para su restitución a España las inicia el Presidente Suárez que, en 1979. Se impulsaron por el Embajador español en Washington y por el director General de Bellas artes, Javier Tusell. Tras diversas peripecias–entre otras el golpe de Estado- el 4 de septiembre de 1981 el Consul General de España, Máximo Cajal, por el gobierno español, y W. Palley y Blanchette H. Rockefeller, por el Museo de arte moderno de Nueva York, firmaron el acuerdo de entrega del cuadro; cinco días después el Ministro de cultura español, Iñigo Cavero, firmó también con Palley y Rochefeller el acta de entrega del cuadro y 62 bocetos.